martes, 27 de febrero de 2007

Historia de vida



La historia de Victoria, una luchadora
Victoriosa en la vida
No es famosa, política, empresaria ni tampoco piquetera. Es una luchadora, una mujer que pelea por ella, su familia y todos aquellos que necesitan de su ayuda.


Victoria nació el 17 de abril de 1954 en la provincia de San Juan y fue criada en Mendoza. Comenzó a trabajar a los 9 años en casas de familia, siempre cuidando chicos. Ese fue un período muy duro ya que cuando tenía siete años sus padres se separaron y conoció lo que era vivir en la calle. Llegó a Buenos Aires a los 29 años junto con su esposo, a quien conoció en la práctica religiosa, y sus cinco hijos, uno de ellos discapacitado. Desde entonces viven en una casa de madera y ladrillo, que ellos mismos construyeron en el partido de José C. Paz, en la provincia de Buenos Aires.
Todos los fines de semana, Victoria y su marido trabajan con chicos de las villas cercanas a su casa. Les dan comida y todo lo que se pueda. También ella asiste a jóvenes para ayudarlos a salir de la droga, chicos que tienen mucha falta de autoestima, chicos que quieren dejar de ir al colegio. Trata de enseñarles que se puede ser alegre sin la estimulación del alcohol ni la droga.
Según opina Victoria, a ellos les falta coraje para enfrentar la realidad y se destruyen. “La solución es darles tiempo, conserjería y sobre todas las cosas amor”, enfatiza.
Una de las cosas que le definió su vocación para el cuidado de chicos y comprender los problemas de las personas fue el hecho de tener un hijo discapacitado. Pero la fuerza para estar siempre firme dispuesta a ayudar la obtiene de la fe hacia Diosa (“La Providencia” según ella). Y también de la infinidad de casos de las personas que se acercan a su puerta pidiéndole comida, ropa o sólo un rato de tiempo para charlar.
La religión para Victoria es la razón de su vida, no en sí la religión, sino Dios y su fe hacia él. Ella se basa en su vida cotidiana en las promesas de las “Sagradas Escrituras” (La Biblia) para seguir los ejemplos de amor que tenía Dios con los necesitados. Su sueño máximo es tener un hogar de niños abandonados, sería su posibilidad de tenderle la mano a aquellos que lo necesitan. Sin embargo, no sabría definir si eso sería posible en un futuro ya que ella asegura que no ve el futuro, vive el presente como si fuese el último día y cree que será así hasta el final.

Ferroviario de alma





Entrevista a Héctor Ominetti, conductor e instructor de tren
Ferroviario de alma


Hace 20 años que ejerce la profesión de conducir trenes, algo que le fue transmitido por generaciones. Recientemente lo ascendieron a instructor para capacitar a los que recién empiezan.

Héctor Ominetti es un cordobés sensible de 43 años y buen trato, que trabaja en los ferrocarriles de TBA (Trenes de Buenos Aires) desde hace 20 años. La profesión fue algo que “heredó” por parte de sus abuelos que trabajaban de lo mismo y es algo que ya lleva en la sangre. Vive en la estación de tren Bartolomé Mitre y de lunes a sábado va a dar clases a la escuela próxima a la estación Victoria (ramal Tigre/Retiro) a los futuros conductores (no choferes como corrige el entrevistado) de tren. Su mayor inquietud es qué es lo que va a hacer cuando, a los 55 años, se tenga que jubilar.

¿Por qué elegiste la carrera de conducción de trenes?
- Yo vengo del interior y mi abuelo fue maquinista de los trenes a vapor, mi papá también fue conductor y eso te da un privilegio o prioridad para ingresar en la carrera de conductor. En el último convenio que se firmó del Sindicato de la Fraternidad entra el 70% de hijos de conductores.

¿Qué es el Sindicato de la Fraternidad?
- Es un sindicato que tiene más de 100 años y nuclea todos los conductores de trenes. Cuando hay una queja o un problema se trata ahí. Hay una Comisión Directiva, un secretariado y todos los que estamos afiliados.

Por más de que sea una profesión hereditaria tiene algo bastante duro que es el hecho de estar trabajando en soledad y correr el riesgo de sufrir serios accidentes e incluso herir a otras personas, ¿cómo lo vivís eso?
- Eso es lo único feo que tiene el ser conductor. Yo tengo 10 accidentes fatales en mis 20 años de trabajo, hay otros que tienen 12, 15 o 25.

¿Qué tipo de accidente es el que se da más con mayor frecuencia?
- El mayor porcentaje de accidentes son los suicidas, después los autos y por último los que no te ven y pasan. Los autos son por imprudencia. Con los suicidios ya te das cuenta quién es sospechoso y quién no. Uno se va fijando y te das cuenta quien espera para cruzar la calle y quién se va a tirar abajo del tren. Hay veces que se están por tirar y no lo hacen, entonces llamas a la formación que viene atrás.

¿Te pasó de salvar así a alguna persona?
- Sí, tres veces. En una de ellas me “puteó” un pibe porque no lo había matado. Y una vez en Núñez/Belgrano veo una chica en el medio de los dos pasillos, no tenía por qué estar ahí. Yo empecé a frenar (un tren puede demorar 150 metros en frenar por completo). Cuando me vio, dejó la cartera contra el paredón y salió corriendo y se paró en las vías y lo frené a dos metros. Bajé, la agarré y empezó a llorar. Esa chica se quería matar porque se le había muerto el padre hacía diez días y no lo superaba. La subí a la cabina conmigo y la entregué al grupo de médicos en Retiro. Otro caso fue el de una chica que se salvó de pura suerte, se acostó en las vías y le pasaron tres vagones. ¿Podes creer que no le pasó nada?

¿Qué es lo más reconfortante del trabajo?
- Llevar los trenes a horario y hacer un “buen servicio”. También cuando viene alguien nuevo, o un guarda y te pregunta algo. Reconforta a uno el transmitirle las vivencias propias que te dan los años a los aspirantes a conductores. Pero lo más reconfortante sin lugar a dudas es lo que te contaba antes: salvar vidas.